Siguiendo con nuestra cruzada por romper el silencio que rodea el mundo de la audición, hoy queremos hablar de las audiometrías. Todos hemos oído hablar de ellas, pero no está de más que dejemos claros algunos aspectos, porque también es de estas palabras que suelen entrar por un oído y salir por el otro, cuando sería mejor que formase parte de nuestra rutina.

Empecemos por explicar qué es. Una audiometría es la prueba que mide la capacidad auditiva de cada oído. Se realiza en una cabina insonorizada y consiste en distintas pruebas, por vía aérea y ósea, que nos permitirán determinar si la lesión está en el oído interno, en la transmisión del sonido o en la parte más relacionada con el sistema nervioso.

Es importante remarcar que, en contra de lo que habitualmente pensamos, la audiometría es solo una parte de un estudio auditivo. Y de hecho, es el último paso. 

En un estudio auditivo completo, lo primero son las pruebas de despacho: una entrevista, para conocer todos los datos y antecedentes de la persona con pérdida de audición, y una otoscopia, para saber cuál es el estado del oído externo. El segundo paso es la impedanciometría, la comprobación del estado del oído medio, que mide concretamente la respuesta del tímpano a impulsos sonoros de diferentes frecuencias. Y, finalmente, la audiometría.

Entonces, ¿por qué tanto ruido con las audiometrías? Pues porque sí que es cierto que los datos que nos da la audiometría se usan para definir el mejor tratamiento para que vuelvas a oír bien y recuperes la normalidad. 

Con sus resultados, decidiremos contigo si necesitas audífono −para que te hagas una idea, se recomienda el uso de audífono a partir del 30% de pérdida, aunque la última decisión siempre es tuya−. En el caso de que lo necesites, los resultados nos servirán para calibrar el audífono: por eso es tan importante que se destinen los recursos necesarios par llevar a cabo las audiometrías y estas den los datos más precisos posibles. 

Así, por ejemplo, si la cabina no está bien insonorizada y no aísla correctamente es imposible que los resultados no sean tan fiables como deberían. Tampoco es bueno que para las pruebas de campo libre −con altavoces− la cabina no tenga suficiente amplitud, porque entonces la diferencia entre llevar auriculares y no llevarlos, que es lo que buscan este tipo de exámenes, es insignificante. 

Con los niños pequeños también es importante que la cabina sea grande. Con más espacio y con juguetes a mano, se sienten más cómodos y transmiten mejor lo que oyen y lo que no cuando se aplican los protocolos de audiología infantil. 

¡Pásate por tu centro de audiología y hazte una audiometría gratis! Con una revisión al año −o una cada dos años, si no te expones a menudo a volúmenes altos−, seguro que empiezas a tratar a tiempo una posible pérdida.