“Vamos a ver… Si los audífonos amplifican los sonidos, cuando vaya a sitios ruidosos, como un concierto o a un campo de futbol, será mejor que los deje en casa, ¿no?“

 

Siguiendo con nuestro objetivo de contestar todas las preguntas que nos hacen en los centros de audiología, hoy hablaremos de volúmenes altos y audífonos. Para empezar, la respuesta a la pregunta con la que hemos empezado este post: puedes ir a conciertos –y a discotecas– o al campo de tu equipo de futbol con los audífonos puestos. De hecho, mejor que los lleves, así oirás mejor. Y, ahora, pon el oído porque viene la explicación.

 

La amplificación de un audífono viene condicionada por dos factores: la pérdida de audición y el umbral de disconfort. De la pérdida ya hemos hablado ampliamente en este blog: hace referencia al mínimo volumen que necesitamos para empezar a oír. Pero lo que no os hemos comentado todavía es que también existe un volumen máximo, que marca nuestra tolerancia a los sonidos fuertes.

 

Lo que queda entremedio es el rango dinámico audible, que es diferente en cada persona, y ambos límites se detectan cuando nos hacemos una audiometría. El inferior se determina cuando dejamos de oír los sonidos que nos van disparando. Y el superior, el del umbral de disconfort, cuando los sonidos fuertes nos resultan molestos.

 

Veámoslo con un ejemplo. Alguien con problemas de audición puede tener un rango dinámico de audición que vaya de 60 a 100 dbs de promedio–el umbral de disconfort en los oídos sanos suele ser de entre 110 y 120 dbs– y esto significa que el audífono se programará para emitir sonidos comprendidos entre estos valores. Por lo tanto, amplificará los sonidos por debajo de 60 dbs, que nuestro oído no puede percibir por si solo, pero también nos protegerá de los sonidos que sobrepasan nuestro umbral de tolerancia y los reducirá al límite máximo de cada uno, en este caso, 100 dbs. En cierto modo, es lo mismo que hace un oído sin problemas de audición, puesto que cuando nos exponemos a sonidos muy fuertes, los huesecillos de nuestro oído se contraen para protegernos, por ejemplo.

 

Los audífonos también nos protegen de sonidos fuertes transitorios, como una ambulancia, un portazo o un petardo, pero en este caso es para facilitarnos la comunicación: después de golpes o sonidos fuertes, tendemos a no oír lo que viene inmediatamente después, de modo que podemos perdernos parte de una conversación. Por eso, el audífono reduce el impacto de estos sonidos transitorios, para que nuestra capacidad para comunicarnos no se vea afectada que, como bien sabes, es nuestro principal objetivo.

 

Así que no hace falta que te preocupes por la intensidad de los sonidos cuando lleves un audífono, puedes centrarte en pasarlo bien… ¡y vivir cada momento con la intensidad que tú quieras!