Hacer una audiometría a un niño pequeño no es nada fácil: los niños no pueden explicarnos qué les pasa; aunque se lo pidas, no levantan la mano como los adultos al oír un sonido; no te dirán que, aparte de no oír bien, notan otros síntomas –a veces la pérdida de audición es un efecto secundario de otras dolencias–, y tampoco puedes pedirles que se concentren durante demasiado rato. Por eso, no todos los centros de audiología trabajan con niños, porque requiere de audiólogos expertos en el tema.

 

Con los niños y las niñas, las audiometrías han de ser como un juego, aunque no son un juego de niños, precisamente. Por ejemplo, para los más pequeños a menudo se aplica el método Suzuki, que consiste en lo siguiente: después de poner al niño un sonido bastante fuerte que seguro que oirá, accionamos algún tipo de juguete que le llame la atención, como un robot que camina y hace lucecitas. Después de repetir este encadenado de acontecimientos unas cuantas veces, el niño se girará hacia el robot después de oír el sonido pero antes de que el muñeco empiece a iluminarse. A partir de aquí solo hace falta ir bajando el volumen y en cuanto disparemos un sonido y el niño no se gire hacia el robot, podremos estar seguros de que no percibe esa frecuencia o ese volumen. 

 

A niños un poco mayores (3 o 4 años) ya se les puede pedir algo más de su parte, como enseñarles que tienen que pasarnos una pelota justo después de oír un sonido, de modo que sabremos que no oyen un volumen determinado si no reaccionan devolviéndonos la pelota.  

 

Existen otros métodos, pero todos tienen un funcionamiento parecido y un objetivo idéntico: conseguir la información más precisa posible de la salud auditiva del niño o la niña. Solo así, podremos ayudarle a oír mejor y que su capacidad para comunicarse y aprender sea como la de los otros niños. 

 

En todo este proceso el papel de los padres es fundamental y desde aquí te queremos animar a que no tengas miedo a llevar a tu hijo al audiólogo. Si detectas que no se comporta como los demás, puede que sea porque no oye bien –piensa que el aprendizaje se basa en la imitación y que con problemas de audición es muy difícil imitar los sonidos–. En ese caso, cuanto antes se familiarice con los audífonos y cree su propia memoria auditiva, mejor. Así que siempre es preferible salir de dudas llevándolo al especialista, ya que es muy difícil que tu hij@ te comunique este tipo de problemas.

 

En conclusión: no podemos pasar la pelota a los niños –aunque para saber si oyen bien a veces les pidamos que jueguen a pelota con nosotros–. Es responsabilidad de los padres y de todos los profesionales involucrados ayudar a los niños a oír bien para que puedan aprender como los demás y llevar una vida normal.